El caparazón de la tortuga

TEA o Trastorno Evidente de Aceptación

by Diego, la tortuga sin caparazón | 2 Abr 2020 | Debates sociales | 0 comments

Hoy es 2 de abril. En este día se homenajea a todas aquellas personas con autismo. Mejor dicho, es el día elegido para concienciar a todo ser humano sobre qué es el autismo y cómo afrontarlo. Así que, para ser exactos, es el día mundial de concienciación sobre el autismo. Sin duda, una cualidad que ha marcado a muchas personas, familias, sociedades e, incluso, culturas. Su nombre científico es «Trastorno del espectro autista» (TEA).

Para la RAE, el autismo se define de la siguiente manera: 

2020-04-02

Este trastorno es más común de lo que parece. Existen muchos estudios acerca de ello. Algunos dicen que una de cada 100 personas padece autismo, otros que uno de cada 59, los hay que dicen que uno de cada 150… no es exacto, pero sí indica que, aunque no es habitual, un porcentaje importante de la población sufre este trastorno. 

La palabra «autismo» (autos, del griego: uno mismo) fue usada por primera vez por Eugene Bleuler, psiquiatra suizo, en 1912. Algo más de veinte años después quien lo utilizó fue el médico Hans Asperger. El austríaco definió como autístico al comportamiento de niños y niñas con carencias de respeto o cortesía. Realizó varios estudios que en su momento fueron ignorados por el gremio de la medicina, hasta que fueron descubiertos por Uta Frith, que en 1981 tradujo del alemán al inglés los trabajos de Asperger. El psiquiatra Leo Kanner, también austríaco, descubrió lo que Lorna Wing, psiquiatra británica con una hija autista, designó como «autismo» a lo que conocemos hoy en día como tal. 

Sin duda, es uno de los trastornos más investigados por el ser humano. Se han buscado curas, se han hecho infinidad de experimentos… y a día de hoy no tiene vacuna. Yo me pregunto si alguna vez la habrá contra quienes rechazan a las personas con esta alteración. Desgraciadamente, no lo creo. 

A través de series de televisión, como The Good Doctor, películas como Rain Man, o libros que recomiendan si pincháis aquí, nos han descubierto un poco más este trastorno desde el punto de vista social, personal, sentimental, y no desde una visión puramente científica. Yo he visto The Good Doctor, que trata de un joven cirujano que tiene autismo. Lo primero que se te viene a la cabeza cuando escuchas que el protagonista, Shaun Murphy, es un autista que ha llegado a ser cirujano es: «No es posible». 

Bien es cierto que nuestro protagonista también tiene el Síndrome del Sabio, pero no resta mérito a su hazaña. Esta serie me ha hecho hacerme varias preguntas, me ha hecho pensar y analizarme ética y moralmente. Este chico, el doctor Murphy, para haceros un breve tráiler por escrito, es capaz de vivir solo, lucha lo indecible para lograr su sueño, discute con sus pocos amigos, arregla los problemas con ellos, sufre, disfruta, se enamora… ¿no es acaso lo que nos pasa a todos? 

En Rain Man, sin embargo, se ve a un hombre ansioso de riqueza (Tom Cruise). De repente, se encuentra con un hermano autista (Dustin Hoffman) cuya existencia desconocía hasta que su padre muere y le deja toda la herencia a este. El hombre que solo aspiraba a ganar mucho dinero va cogiendo cariño a su peculiar hermano, que se convertirá en amor, eso que tanto necesita el ser humano y que, a mi parecer, nos diferencia como especie. 

Este déficit del desarrollo social se ha incrementado en los últimos años. Hay gente que lo trata de epidemia, como si se tratase de un virus como el que estamos pasando ahora. El autismo no es un virus, es un trastorno. Los autistas son personas que se encierran en sí mismas, que tienen muchísimas dificultades para socializar, que les cuesta un mundo expresar qué piensan, qué sienten. Pero, ¿no nos hemos sentido así alguna vez todos y cada uno de nosotros? Yo sí. Alguna vez he sentido la necesidad de estar solo, de no querer hablar con nadie, de no salir de mi zona de confort, de ensimismarme. Y nadie me ha dicho que estoy enfermo por eso, ni se han alejado de mí por si les contagiaba aquello que me estaba ocurriendo. Al contrario, me ayudaban, me apoyaban, me daban mi espacio para tomar aire y me dejaban libertad para expresarme cuando y como yo quisiera. Quizás eso necesiten las personas con TEA. Necesitan que normalicemos su trastorno, no que lo curemos. Obviamente sería más fácil para ellos y para nosotros que no existiera, pero existe, está ahí, en unas cuantas almas de este planeta, y requieren de ayuda, puede que más de la que necesito yo o tú, pero la intención no debe cambiar, que es ayudar. 

No les tratemos como diferentes por un desorden. Son diferentes porque son seres humanos. Son distintos a mí, a ti, a tus amigos, a todo el mundo. Y yo soy distinto a ti, a tus amigos, a todo el mundo. Y tú eres distinto a mí, a tus amigos, a todo el mundo. Nadie es igual a nadie. Es quizás la fórmula matemática que mejor me sé: «Nadie=Nadie». Obviamente hay coincidencias entre nosotros, colectivos, pero dentro de estos hay individuos, personas, cada uno con su esencia. Los autistas también tienen esencia, y  jamás van a perderla, ni ninguno de nosotros. A lo mejor cambia algo nuestra esencia, pero es casi inmutable, y nos acompañará en el trayecto de nuestra vida, padezcamos o no autismo, asperger, o cualquier otro tipo de trastorno. 

Una chica autista, Tina J. Richardson, es una bloguera que ha compartido con el mundo sus experiencias por padecer TEA. Es, sin duda, el vivo ejemplo de cómo el autismo no es un freno para el desarrollo socio-comunicativo del ser humano, sino un bache, que se puede sortear, aunque cueste algo más. 

Así que, a mí me gustaría hacer una tercera acepción en la RAE sobre los que es el autismo. Para mí, el autismo es una cualidad que poseen ciertos seres humanos, y que les dificulta su capacidad socio-comunicativa. Pero es una pequeña parte de su inmenso ser, y, por tanto, no define cómo son, sino que complementa lo que son.

-Ser autista no me hace menos humano. Simplemente me hace ser quien soy. Igual que tú eres tú- Tina J. Richardson.